domingo, 8 de marzo de 2009

Ya han florecido los ciruelos

Apenas he estado unos días fuera y al volver, me he encontrado con los ciruelos florecidos. Las ramas estaban desnudas y afiladas como lápices y de pronto, se han llenado de unas bellísimas flores blancas que desgraciadamente, no darán fruto.
En su día mi padre plantó unos ciruelos pensando que se ahorraría la visita al mercado para la fruta y ha resultado que son ciruelos machos, vamos que sirven para 'fecundar' a otros que estarán en otros jardines cuyos propietarios sí podrán degustar las ciruelas, pero yo me quedaré con las ganas.La Madre Naturaleza es así de caprichosa.
Me apetecía una imagen así, en un día en el que las temperaturas por fin han subido y el viento poco a poco, va amainando. Un paso más para la ansiada primavera.

Y como complemento de la nueva temporada que está por llegar, esta imagen del balneario con el avión de fondo. No es que tenga mucho que ver, pero queda bonito... .

6 comentarios:

Sarashina dijo...

Ya la tenemos aquí, por suerte. Estaba cansada de tanto cielo gris y tanto frío, que hemos llevado un invierno tremendo. Para mí la entrada de la primavera no ha sido una sorpresa: tengo migraña y alergia, dos pruebas irrefutables de que está al caer la cosa. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Pues fíjate que a mí la primavera siempre me había parecido un insulto a mis sentidos. Esa explosión de color, de aroma, de vegetación, de luz y de sonido (los pajaros cantan y cantan y las nubes se levantan), siempre me ha abrumado. Me pasa como con el amanecer, cuando estoy adormilada en ese momento mágico de la madrugada en el que los pensamientos se hacen más lúcidos y las ideas parece que salen queriendo darte la solución a tu vida, de momento ¡zas! aparece ese sol grande y explosivo que te recuerda que todo ha sido un sueño y que tienes que volver a la rutina habitual y ducharte y desayunar y sacarte la legaña para estar maravillosa y sonreir a todo el mundo mientras te cagas en sus muelas.
¡En fin! Yo soy más de otoño y de atardecer, más de recogimientos que de algarabias. Cuando el sol cae y te puedes volver a tu casa y guarecerte de la estertoreidad que a veces produce la relación no deseada con mucha de la gente con la que estamos obligados a convivir, ese momento es mi gran momento de felicidad.
Bueno, todo este rollo es para decir que por primera vez desde hace años estoy viviendo con alegría la llegada de la primavera. Me imagino que las circunstancias personales influyen más de lo que queremos reconocer y esta primavera soy feliz.

Cyd Charisse dijo...

Es verdad, Clares, la primavera trae ciertos síntomas que no siempre son alegres, pero yo lo llevo todo bien si la temperatura aumenta. Afortunadamente, no sufro alergias. Es un alivio.

Cyd Charisse dijo...

Claro que influyen, Isabel, y mucho. Yo tengo la esperanza de que con las buenas temperaturas, se arreglen también mis problemas. No sé, es un pálpito, pero como tengo tan mala suerte, a lo peor no se cumple.

Aila dijo...

A mi me encanta la primavera aunque, ya lo sabes Cyd, prefiero el otoño.
Para mi trabajo el buen tiempo es muy malo, la gente se tira a la calle y no las pillas en casa ni con promeas de una vida mejor.jajaja
Lo que menos me gusta de ella es el cambio de temperatur a lo largo del día.
Sales por la mañana tan agustito, con esa brisa fresca y cálida que invita al paseo y llegas a casa sudando con un pollo y con los pies ardiendo como teas encendidas.
En fín, que se le va a hacer, son inconveniencias de la primavera que no recogen los poetas.

Cyd Charisse dijo...

Es lo que tiene esta tierra, que lo mismo te hielas que luego te asas. Los jueves, cuando tengo que ir a la tele, voy como una alcachofa porque a las ocho de la mañana cae una pelá que no veas. Luego llego allí y empiezo a quitarme bufandas, chaquetillas, etc. hasta quedarme con lo que salgo en pantalla y a la salida, otra vez a llenarme de ropa. Uf.
A mí lo que me gusta es ir ligera de ropa, tengo muchas ganas de quitarme las lanas y otras prendas de abrigo y poder ir en chanclas y pantalones piratas. Aquí en la playa, es una bendición.