lunes, 15 de julio de 2013

La Cofradía de las Gordas


Sí, soy una gorda

Estaba allí, en el fondo del cajón, bajo otras prendas de ropa, viviendo el sueño de los justos. No recuerda cuántos años lleva oculto, pero calcula que debió ser hace más de cinco años, antes de que empezara la crisis, cuando la vida aún era vida y no supervivencia, cuando comprar ropa no era un suplicio, cuando mirarse al espejo no era un castigo.
Allí estaba el traje de baño negro, el que lucía sin complejos en la playa sin importarle las miradas de los demás. Cuando lo compró no era ni más gorda ni más delgada que cualquier española media; lo genes se imponen le decía su  madre cuando veía que ninguno de los draconianos regímenes a los que se sometió durante tantos años lograban controlar los kilos de más. Los había probado todos, el de las calorías, el vegetariano, la dieta Dukan, las pastillas de la farmacia, el gimnasio sacaperras...
Pero un día se cansó, se hartó de la comida que no le apetecía, de tanta pastilla inhibidora, de pesarse delante de la enfermera que torcía el gesto cuando veía que sólo había perdido unos gramos. ¿Esto es vida?, se dijo. Y arrojó la toalla. A partir de entonces, decidió que no se iba a privar de nada, que iba a comer lo que quería y cuanto quería en el momento que le apeteciera. Y la Naturaleza se cobró su precio.
Pasaron los días, los meses y los años y ya ninguna ropa le servía; el armario estaba lleno de prendas inútiles y tuvo que recurrir a anchos vestidos y camisetas de color negro, en un intento fallido de disimular una figura cada vez más oronda. A ella no le importó, se había olvidado por fin de las dietas, del terror de la báscula, de los cabreos cada vez que comprobaba que la lechuga no sólo no le adelgazaba, sino que le producía malestares estomacales. Estaba en paz consigo misma.
Ella estaba satisfecha, pero el resto del mundo se lo echaba en cara; las miraditas; los comentarios malintencionados; las risitas sofocadas. Vaya, decía el MUNDO, no mereces tener un puesto en la sociedad, estás gorda, vieja, descuidada, no luces la ropa, no tienes glamour… ¿Quién te va a querer con esas pintas?. Ni siquiera en el trabajo le dieron tregua… Mira, ante el público hay que tener una imagen ¿comprendes? y tú, la verdad, es que pareces tu madre, no nos sirves.... Cuando llegó el ERE de su empresa, no le extrañó estar entre los despedidos, su eficiencia no bastaba, bastante le habían perdonado que tuviera más de cincuenta años, pero lo de gorda, eso no, hasta ahí podíamos llegar.
Y allí está, con el traje de baño en la mano, aquél que le quedaba como un guante y que ahora apenas puede embutirse sin quedar absolutamente ridícula. Tendré que ir a la sección de tallas supergrandes, a ver si tienen uno que al menos me cubra parte de este cuerpo que otra vez he empezado a odiar. O mejor, no. Nunca más volveré a la playa, nunca más me mostraré ante  el mundo; soy una paria de la sociedad, el MUNDO me ha condenado al ostracismo, me ha echado a un lado como una fregona usada.
Se miró al espejo y entre lágrimas, le pareció que alguien había escrito un mensaje para ella: “Hola, querida, bienvenida a la Cofradía de las Gordas…”.

sábado, 22 de junio de 2013

Galería de capullos





Galería de capullos I: Fernando Sánchez Dragó

Ahora que el programa de Antonio Escolar ha desaparecido de los fines de semana de Onda Regional, ahora que ya no tengo que escribirle los editoriales que se emitían los domingos por la mañana, siento que debo seguir “dando la vara” con ciertos temas que como diríamos castizamente en Murcia “me irritan la sangre” y que, fuera ya de las ondas, puedo lanzar a través de mi blog, sin cortarme ni un pelo ni más límite que el que los amigos que me leen puedan ponerme.

Esta mañana, mientras escuchaba a un arrogante escritor de los que piensan que fuera de él, todo es caos, he recordado a ciertos profesionales de la letra y la jeta, que se pasean por conferencias de ‘provincias’ cobrando una pasta gansa y soltando estupideces al por mayor, encantados de haberse conocido. Y esta galería de capullos comenzará con el number one del panorama nacional, Fernando Sánchez Dragó.
Hace ya la tira de años, se organizó en el aula de cultura de la CAM de Murcia un ciclo de conferencias dedicado a Borges, que acababa de fallecer o algo así (lo siento, pero a mí este señor, que aseguraba que se leía el Quijote en inglés siempre me ha parecido un arrogante de marca mayor) que estaba organizado por el profesor Victorino Polo. Con una asistencia digamos que nutrida, el ahora tertuliano televisivo se presentó agradeciendo a su buen amigo ‘Victorino Pozo’ su amable invitación, error que repitió hasta tres veces hasta que el aludido le dio un codazo, le susurró por lo bajinis su auténtico apellido y al seudoescritor no le quedó más remedio que rectificar.
Pasado el sofoco, reconoció el ‘amigo’ Dragó que no tenía ni idea de que se iba a hablar de Borges, que a él lo habían llamado y que vino sin más y luego, en el colmo de la caradura, sacó unos folios, dijo que eran de una conferencia anterior (nada que ver con Borges), los leyó y ahí se terminó su excelsa colaboración. Supongo que posteriormente recogería el cheque y para Madrid, capital del Reino.

P.D.: Años después, vino a la Feria del Libro de San Pedro del Pinatar, donde coincidí con un amigo y un visitante americano. ¿Quién es ése?, preguntó el extranjero. Yo contesté: “un capullo”. Mi amigo tradujo: “an asshole”. Y ahí terminó todo.

miércoles, 22 de mayo de 2013

¡Mediocres del mundo!, yo os saludo...




Ésta es mi penúltima columna para 'El laboratorio sonoro de Onda Regional', dedicada muy especialmente a mi querido Antonio Escolar.


Mediocres del mundo, yo os saludo”
(Frase pronunciada por Antonio Salieri al final de la película ‘Amadeus’).

El diccionario de la Real Academia Española define ‘mediocre’ como algo o alguien de calidad media, de poco mérito, tirando a malo. El mediocre es ese ser que pasa por el mundo disimulando su ínfima calidad, aspirando a triunfar en unas artes para las que no ha sido dotado, intentando emular a aquellos personajes brillantes que lo rodean, imitando sus gestos, copiando sus frases…
El mediocre es envidioso, mezquino, taimado, trapacero… Sí, el mediocre hace de la envidia su santo y seña, es el sentimiento que le mueve, que le impulsa, que le da alas para soportar su insípida vida. Un mediocre puede ser muy rico, tener cientos de abrigos de pieles auténticas en su armario, pero en el fondo, a lo que aspira es a poseer el sencillo abrigo de piel sintética de su vecino.
El mediocre no soporta el triunfo de los demás, ni los halagos que se le puedan hacer a alguien con más luces y por ello, convierte su vida en un acoso y derribo hacia todos aquellos que destaquen, que lo anulen, que lo borren de una sociedad que vive por y para la imagen y en la que sólo tendrá la opción de ejercer de comparsa.
España es un país de mediocres, tenemos tantos que si cotizaran en Bolsa, acabaríamos de un plumazo con la crisis económica. Por desgracia, el mediocre no suma, sino que resta… su trabajo no rinde, no es productivo, porque su corta inteligencia sólo alcanza para trincar un puestecito en la empresa familiar o en la administración pública, a la que ha entrado tirando de enchufes. El mediocre no admira al que brilla, lo machaca, lo injuria, esparce su odio como partículas de polvo en el aire.
En la película Amadeus, el compositor Salieri, que pasó casi toda su vida envidiando el talento de Mozart, se lamentaba de que el Dios en el que tanto creía no lo hubiera dotado a él de una mínima partícula del genio con el que brillaba su rival. En España, a los mediocres que tienen en sus manos la decisión de arruinar la vida de los demás, no les tiembla el pulso a la hora de echar a la calle a todo aquél que puede hacerle sombra en el pequeño cortijo donde se creen los amos del mundo.
Mediocres del mundo, Jesucristo dijo “porque eres tibio, estoy a punto de vomitarte de mi boca”. Yo en cambio, sólo soy capaz de sentir desprecio por vosotros. Grande y profundo desprecio.
Lo dice alguien muy mediocre, tan pero tan mediocre que ni siquiera es capaz de sentir ni un átomo de envidia. Quizás por eso, nunca terminaré en un manicomio, como Salieri.


lunes, 13 de mayo de 2013

El machismo, arma letal...



Decía el escritor italiano Alberto Moravia que una de las peores cosas que había exportado España al continente americano, sección hispana, era el militarismo. Yo añadiría más, una de las más terribles aportaciones que los españoles hemos hecho al sentir y padecer de nuestros descendientes al otro lado del Atlántico, es sin duda el machismo.

Machismo multiplicado por mil en algunos casos, rancio pensamiento en el que el hombre, por mor de su fuerza bruta, ejerce una violencia física y verbal desmesurada hacia la mujer por una simple cuestión de sexo. El ejemplo más tristemente famoso es el de Ciudad Juárez, en México, donde la vida de la mujer tiene menos valor que una cucaracha. Allí las mujeres salen de su casa para trabajar teniendo presente que probablemente no vuelvan nunca más a ella, porque sus vidas quedarán segadas en alguna cuneta ante la total impunidad de las autoridades.
Ese machismo deformado y deformante que hemos inoculado en la raza hispanoamericana se ha puesto dolorosamente de manifiesto con la aparición de tres chicas que estuvieron secuestradas durante 10 años en la casa de un ciudadano de origen dominicano. Las violaciones, vejaciones, insultos, palizas y otros malos tratos que recibieron esas tres chicas están siendo narrados con todo lujo de detalles en los informativos de todo el mundo. Contrasta la dureza de su situación con la perfecta dicción de los locutores de los telediarios que ponen el mismo tono al leer el promcter que el que pondrían loando las hazañas futbolísticas de Cristiano Ronaldo.
Como madre, abuela y tía de mujeres de todas las edades, confieso que se me eriza hasta el último pelo de mi cuerpo oyendo tamañas barbaridades. Recuerdo aquel suceso que tanto nos conmovió como fue el crimen de las niñas de Alcasser, en el que una de las madres aseguraba que tenía pesadillas escuchando a su hija llamarla mientras la torturaban.
Es muy fácil decir que este señor es un monstruo, que merece la pena de muerte, que su familia está horrorizada, etc. etc., pero también me escandaliza el proceder de unas fuerzas de seguridad que hicieron oídos sordos a las quejas de los vecinos, que no se atrevieron a pegar la patada en la puerta ante la duda más que razonable de que esa casa fuera la mansión de los horrores. Quizás si hubieran sido un poco más curioso, el sufrimiento de cuatro criaturas, porque hay que sumar a la hija de una de ellas, hubiera sido mucho menor.
Por cierto, me sorprendió de manera un tanto desagradable el comentario de un antiguo defensor del menor con mucha hambre mediática que sin tener el más mínimo detalle del suceso, cuestionaba que las chicas nunca hubieran intentado escapar de su captor. Decía el buen especialista en el tema que al menos la madre tendría que haber pedido que se le pusiera las vacunas a su hija y otros detalles aún más nimios frente al drama vivido.
El machismo sigue ahí, medio oculto entre nuestros genes, dormido pero no muerto, como un virus en la reserva. ¿Alguna vez podremos eliminarlo…?

domingo, 5 de mayo de 2013

Las madres, las heroínas de hoy en día...



Clara del Rey, heroína madrileña, muerta durante los sucesos del 2 de mayo de 1808 en el parque de artillería de Monteleón. Estuvo animando y ayudando a los defensores junto a su marido y tres hijos, murió por la metralla de una bala de cañón que le alcanzó en la frente.
Manuela Malasaña, 17 años, de profesión bordadora, que fue fusilada por los franceses cuando volvía a casa desde el taller de costura. Llevaba las tijeras en el bolsillo, arma de gran peligro en aquella sublevación del pueblo madrileño contra los franceses.
Benita Pastrana, murió cuando llevaba munición a los artilleros del parque de Monteleón.
María Beano, amante del capitán Velarde, murió de un disparo del ejército invasor cuando corría al encuentro del militar al oír los primeros tiros con los que dio comienzo la batalla contra los franceses.
El día 2 de mayo de 1808, muchas mujeres en Madrid se convirtieron en heroínas al luchar codo con codo junto a los hombres contra una potencia extranjera que pretendía apoderarse de su vida, sus almas y sus haciendas. Con armas tan peligrosas como tijeras, ollas de agua hirviendo o simples palos, canalizaron su rabia demostrando que el orgullo del pobre no puede ser pisoteado sin más por el más poderoso dragón militar del siglo XIX. Sus hazañas, más o menos exageradas, han quedado inmortalizadas en los libros de historia y en placas conmemorativas de la ciudad madrileña.
En el año 2013, España cuenta con un ejército de heroínas que lucha con uñas y dientes por preservar su modo de vida frente al feroz enemigo que ya no viste uniforme militar, sino impolutos y carísimos trajes de Armani y calza zapatos de piel de cocodrilo con los que pisotea los parqués de las Bolsas donde se juega el dinero del trabajador en provecho del malvado especulador.
Las heroínas de hoy en día se llaman Carmen, Asunción, Maruja, Trini, Concha o Antonia. Son las abuelas que en el declive de su vida, en lugar de disfrutar de los viajes del Inserso o las partidas de parchís del club de los mayores, se dedican a sacar adelante a sus familias, desoladas por el paro, arruinadas por las sangrantes hipotecas. Familias que se han visto abocadas a volver al hogar de los abuelos, con sus hijos en edad escolar, a los que la abuela consuela en sus acogedores brazos, preparándoles la comida casera con la que sus padres crecieron, guardando hasta el último céntimo de su pensión para comprarles zapatos y material escolar, mientras consuelan al hijo en paro, que reprime las lágrimas, que sólo es capaz de derramar en presencia de la madre.
La mamá, la abuela, la heroína de los tiempos modernos que saca fuerzas de flaqueza olvidando los dolores de un cuerpo castigado por una vida de trabajo... a ella se le deben dedicar todos los homenajes, todas las placas conmemorativas, todos los monumentos al valor y el amor que sólo una madre es capaz de dar a manos llenas.
Hoy es el día de la madre, sí, pero no debemos recordarlo como una celebración comercial, aderezada con el regalo del perfume y el pañuelito, sino como el día en el que debemos agradecerle con amor, con mucho amor, el enorme sacrificio que en estos momentos en los que los políticos nos han abandonado a nuestra suerte, están haciendo para que no nos hundamos en la mayor de las miserias.
En un día como hoy, las madres lo que más necesitamos es sentir ese amor y recibir un gran abrazo de nuestros hijos. Es el mejor regalo con el que se puede festejar el día de la madre.



domingo, 21 de abril de 2013

El festín de la fieras mediáticas




Por fin llegó el gran día, el que tanto han esperado las hienas de la telebasura, del periodismo de alcantarillado; el momento que tanto han ansiado las aspirantes a folklóricas cuyo único triunfo consistió en arrodillarse delante de un productor sin conseguir más que una gala en un baile de la tercera edad. Por fin la vimos, vilipendiada, arrastrada, humillada, a la ladrona número uno del panorama nacional. A Isabel Pantoja.
En un país donde cuatro de cada tres españoles defrauda, lo he dicho bien… cuatro de cada tres; donde todo el mundo intenta zafarse del IVA, donde los banqueros y empresarios sin escrúpulos han medrado en su provecho propio sin importarles lo más mínimo el dolor de los demás, donde el amiguismo, el nepotismo y otros ismos forman parte de nuestro ADN, resulta que los tres millones de euros que supuestamente ha blanqueado una folklórica constituyen el delito más espantoso que se haya podido cometer en este pintoresco país llamado España.
Cara ha pagado la Pantoja su soberbia cuando pensó que estar ligada a un alcalde de una próspera ciudad le iba a solucionar la vida para los restos. En los tiempos de las vacas gordas todo el mundo arrimó el cazo a los poderosos con tal de pillar cacho. La suya ha sido la misma historia de la de miles de españolitos deslumbrados por el ladrillo, los cortinones y la porcelana de Lladró. Pero no todos se llaman Isabel Pantoja, no todos han tenido una carrera artística de más de 40 años, que es lo único que al final le va a quedar cuando pasen las tormentas, ni han caminado en plan doliente detrás del féretro de su marido torero.
En la Pantoja se ceban los envidiosos que cuando mueran, como mucho tendrán una esquela pequeñita en una esquina del periódico. Para bien o para mal, más bien lo último, su nombre quedará ligado a una gigantesca trama de corrupción de la que ella ha pillado las migajas económicas, pero a cambio se ha llevado los peores titulares.
Yo propongo a los señores de la telebasura que completen el ritual y no se anden con chiquitas. Que vayan a casa de la cantante, la saquen arrastrando por los pelos y descuarticen su cuerpo como hicieron los fanáticos con Hipatia de Alejandría. Que no quede un hueso sano ni una piel en su sitio y después, que cojan los restos, los pongan en una bandeja y se los sirvan como aperitivo a las hienas del sálvame para que los devoren en directo, a ser posible con primeros planos de la boca.
Sería el más adecuado punto final para esta dantesca historia propia de la España más negra y profunda.
Descanse en paz el sentido común de este pueblo.

domingo, 24 de marzo de 2013

Quiero tener hasta vuestra hambre...



Zeñorito, uzté ez que quiere tenerlo tó...

Últimamente en las tertulias radiofónicas y televisivas se escucha mucho la expresión “poner límites”, entendiendo como límites las protestas ciudadanas en la calle, que últimamente se han extendido tanto por todo el país que el slogan turístico que deberíamos presentar ante el mundo y el COI debería ser “Visite España, disfrute de sus monumentos y de propina, participe en una manifa, que será para usted una experiencia inolvidable”.
Que el personal, harto de que le tomen el pelo, de que los estafen con las cuotas participativas, de que les quiten pagas extras, ayudas a discapacitados y de remate, los echen de su casa por una ley abusiva, se manifieste en la calle contra las injusticias… eso es traspasar los límites… Unos límites que marcan ellos, claro, porque la sociedad lo que debe hacer es callarse, pagar impuestos, decir amén, sí señor y agachar la cabeza, no sea que me cabree y te deje sin nada.
No es que yo esté a favor de los vandalismos minoritarios en los que derivan muchas de estas protestas, pero no es nada nuevo ni siquiera en la democracia. ¿Recordamos cómo en Madrid, allá por los años 80, acababan  siempre los disturbios con un cojo Manteca repartiendo bastonazos a diestro y siniestro?. ¿Recordamos también quién gobernaba por entonces?, porque el cabreo ciudadano no entiende de siglas ni partidos y cuando parte y reparte, siempre se lleva la peor parte.
Hace ya unas cuantas décadas, en mi pueblo costero, adormecido durante el invierno, cuando llegaba el buen tiempo, aparecían los señores dueños de casoplones, que tenían el capricho de pasear en su barquito y tomarse un arroz a la orilla del mar, que para eso soy el señorito y mire usted qué apellido tan ilustre ostento. Los pescadores agraciados con la lotería del amo preparaban el caldero para que las orondas barrigas no tuvieran falta de ná.. que luego le damos una propinica y ya tienen para llenar el puchero durante unos días, que se quejan de todo, así son los pobres…
En una de las imágenes que a los niños se nos quedan grabadas en la memoria, recuerdo cómo uno de los barcos de recreo de un señor ilustre se había quedado embarrancado en la playa; para ayudarle a reflotarlo, aparecieron todos los pescadores que en esos momentos andaban por los alrededores. Una vez terminada la operación, el dueño del barco les repartió unas monedas y se fue a navegar con sus invitados.
Ése es el papel que cierta clase dominante asigna al pueblo llano, al que incluso se permite envidiar por lo rico que le sale el caldero elaborado con pescado de desecho, que lo degusta sin padecer por ello problemas digestivos y no como aquel sufrido señorito andaluz que recorriendo a caballo sus fincas, encontró a sus jornaleros almorzando un cacho de pan con tocino… se paró, los miró, suspiró y exclamó:
Ay, Dios mío, ¡Quien tuviera vuestra hambre...!
A lo que el pobre obrero respondió: "¡Ay, zeñorito, uzted es que quiere tenerlo tó…!.