domingo, 24 de marzo de 2013

Quiero tener hasta vuestra hambre...



Zeñorito, uzté ez que quiere tenerlo tó...

Últimamente en las tertulias radiofónicas y televisivas se escucha mucho la expresión “poner límites”, entendiendo como límites las protestas ciudadanas en la calle, que últimamente se han extendido tanto por todo el país que el slogan turístico que deberíamos presentar ante el mundo y el COI debería ser “Visite España, disfrute de sus monumentos y de propina, participe en una manifa, que será para usted una experiencia inolvidable”.
Que el personal, harto de que le tomen el pelo, de que los estafen con las cuotas participativas, de que les quiten pagas extras, ayudas a discapacitados y de remate, los echen de su casa por una ley abusiva, se manifieste en la calle contra las injusticias… eso es traspasar los límites… Unos límites que marcan ellos, claro, porque la sociedad lo que debe hacer es callarse, pagar impuestos, decir amén, sí señor y agachar la cabeza, no sea que me cabree y te deje sin nada.
No es que yo esté a favor de los vandalismos minoritarios en los que derivan muchas de estas protestas, pero no es nada nuevo ni siquiera en la democracia. ¿Recordamos cómo en Madrid, allá por los años 80, acababan  siempre los disturbios con un cojo Manteca repartiendo bastonazos a diestro y siniestro?. ¿Recordamos también quién gobernaba por entonces?, porque el cabreo ciudadano no entiende de siglas ni partidos y cuando parte y reparte, siempre se lleva la peor parte.
Hace ya unas cuantas décadas, en mi pueblo costero, adormecido durante el invierno, cuando llegaba el buen tiempo, aparecían los señores dueños de casoplones, que tenían el capricho de pasear en su barquito y tomarse un arroz a la orilla del mar, que para eso soy el señorito y mire usted qué apellido tan ilustre ostento. Los pescadores agraciados con la lotería del amo preparaban el caldero para que las orondas barrigas no tuvieran falta de ná.. que luego le damos una propinica y ya tienen para llenar el puchero durante unos días, que se quejan de todo, así son los pobres…
En una de las imágenes que a los niños se nos quedan grabadas en la memoria, recuerdo cómo uno de los barcos de recreo de un señor ilustre se había quedado embarrancado en la playa; para ayudarle a reflotarlo, aparecieron todos los pescadores que en esos momentos andaban por los alrededores. Una vez terminada la operación, el dueño del barco les repartió unas monedas y se fue a navegar con sus invitados.
Ése es el papel que cierta clase dominante asigna al pueblo llano, al que incluso se permite envidiar por lo rico que le sale el caldero elaborado con pescado de desecho, que lo degusta sin padecer por ello problemas digestivos y no como aquel sufrido señorito andaluz que recorriendo a caballo sus fincas, encontró a sus jornaleros almorzando un cacho de pan con tocino… se paró, los miró, suspiró y exclamó:
Ay, Dios mío, ¡Quien tuviera vuestra hambre...!
A lo que el pobre obrero respondió: "¡Ay, zeñorito, uzted es que quiere tenerlo tó…!.

domingo, 17 de marzo de 2013

Habemus Papam y el fantasma del Vaticano




Esta semana de nuevo hemos vivido tal vorágine informativa que una vez más y ya van, uf la tira, llegamos al domingo con la sensación de que lo que ocurrió el lunes es una historia tan antigua como la llegada de los cartagineses a España.
¿Qué destacamos como la noticia del siglo…, de la semana pasada? ¿la remontada del Barça en la champion? ¿el desgarro de una madre asaltando el coche de la guardia civil donde se llevan a sus hijos camino de México ante el rostro impasible del padre? ¿los desahucios paralizados? ¿los yayoflautas reclamando el dinero estafado por los bancos?... ¿Bárrrrrcenas….?
Suma y sigue y paramos porque la noticia de la semana, por encima de todas, es la de la elección del Papa. Entre chascarrillos de fumatas, cánticos de invocación al Espíritu Santo y quinielas sobre los papables, que como siempre, fallan estrepitosamente, nos encontramos con un nuevo papa que elige un nombre tan popular entre nosotros como es Francisco y de nuevo nos lanzamos al chiste fácil con lo de los hombres de Paco, apodo español popular como pocos, que en las nuevas generaciones ya no se usa. Los niños de hoy en día no consentirían jamás que los llamaran Paquito, ellos ahora quieren ser Fran. Y pensar que Paco Rabanne lo ha hecho popular en medio mundo…
El nuevo papa es argentino, pero no tiene sangre española; en el Cono Sur a los descendientes de italianos los llaman tanos, en contraposición con lo de 'gayyyyego' que es como despectivamente nos denominan a los españoles. El cardenal Bergoglio tiene apellido italiano, sí, pero nombre de culebrón, Jorge Mario para más señas, y es hincha del San Lorenzo, un club de fútbol argentino que lleva los mismos colores que el Barça del que también es rendido admirador el actor Viggo Mortensen. Además, es jesuita y enemigo declarado de Cristina Fernández, presidenta de Argentina, que ella sí es 'gayyyyega' por parte de padre y como no, ya lo han salpicado por su tibieza con la dictadura de Videla y su intransigencia con el matrimonio gay y el aborto, que ya son ganas de rizar el rizo, que todos sabemos cuál es la postura de la iglesia católica ante estos temas…
El júbilo de los países católicos con la sucesión del papa no se vive con la misma euforia en aquellos otros donde la religión mayoritaria es la protestante y sus variantes. En el Reino Unido todavía hay quien califica a España como un país ‘papista’, adjetivo despectivo para quien se considera por encima del bien y del mal. En los países europeos que todavía se pueden considerar papistas la fe y sobre todo la práctica de la religión, están prácticamente en desuso entre los bautizados, con excepción de aquellos que pertenecen a ciertos movimientos de la iglesia que constituyen la reserva espiritual del catolicismo en medio mundo.
El papa Francisco llega de Sudamérica, continente donde la fe católica sigue tan potente como siempre. Aunque los santos de origen americano son muy pocos en comparación con los europeos, la fe sigue moviendo montañas espirituales y no sería demasiado disparatado que hubiera una sucursal del Vaticano en un país tan creyente como Brasil, por ejemplo.
Al fin y al cabo, hay construida una réplica a tamaño natural en África, pero aún más grande, vamos, que es 20 metros más alta pero eso sí, está totalmente vacía, ni un solo peregrino viaja hasta allí para ver la fumata blanca. Los disparates no entienden de fe ni tienen ideología. 

domingo, 10 de marzo de 2013

Éstos son mis principios...



Estos son mis principios, si no le gustan, tengo otros. Esta frase, atribuida a Groucho Marx, se utiliza mucho para criticar el supuesto cinismo de trepas, chaqueteros, chupópteros de subvenciones y otras especies variadas que desgraciadamente no se encuentran en vías de extinción en nuestro país, sino más vivas que nunca, expuestas al mundo, sin máscaras ni disimulos.
España es probablemente uno de los pocos países del denominado Primer Mundo… permítanme que haga una ligera pausa para enfatizar lo de primer mundo… en el que ser corrupto, nepotista, bígamo, defraudador de Hacienda o cacique rural no sólo no está mal visto, sino que se hace gala de ello, como si se hubiera ganado la medalla de sufrimiento por la Patria. “Cualquier cosa, menos que mi hija se quede preñada y mi hijo salga maricón”, soltaban hace años ciertos españoles de pocas letras y mucho dinero de bolsillo que se reían sin pudor de las estanterías llenas de libros de los hijos del hermano pobre al que visitaban con la misma condescendencia que la reina Isabel transitando por algún poblado de chabolas.
 “Pues no sé por qué pones a tu hijo a estudiar esa carrera, que no sirve para nada, yo al mío, con catorce años, ya lo tenía conduciendo los camiones de la empresa”. Vaya, le respondían, si no tiene el carnet. “Y qué… si le ponen una multa, la pago y ya está”, contestaba el sujeto mientras ofrecía al pariente una cantidad legal bastante ridícula por las tierras de su padre “porque lo demás, te lo doy en negro, que es lo que hace todo el mundo”.
Claro, lo que hace todo el mundo se convierte en ley y no es la ley la que dicta los comportamientos del ciudadano. Cualquier profesor sabe que en su clase el héroe es el niño que aprovecha la hora del recreo para desmontar los pupitres de sus compañeros y no el chico estudioso que hace personalmente sus impecables trabajos y no tiene que recurrir al rincón del vago o al primo con ordenador para subir nota.
En los últimos años, los muchos escándalos urbanísticos que han sacudido este país, nos han llevado a los medios de comunicación a echar muchas horas en las puertas de los juzgados a la espera de captar la foto o las declaraciones de decenas de imputados que se creyeron los dueños del cortijo y se olvidaron que el dinero que manejaban no era suyo, sino del contribuyente. Y allí, ciertos comportamientos del ciudadano medio nos dejaron cuanto menos sorprendidos. Cuando el corrupto llegaba con su trajeado abogado, sujetándose la peluca con una mano y el peluco de oro con la otra, sus incondicionales los jaleaban como el devoto a la Virgen de la Macarena. Producía sorpresa, cuando no espanto, contemplar cómo una abuela cruzaba el cochecito de su nieta delante de un cámara de televisión para que se estampara contra el suelo, sin calibrar que la niña podría salir mal parada de la peligrosa maniobra y los periodistas aguantaban carros y carretas mientras los simpatizantes del imputado mentaban a sus respectivas madres adjudicándoles el ejercicio del oficio más viejo del mundo.
Sin embargo, en los últimos tiempos, las tornas parecen haber cambiado y los ciudadanos por fin se han sacudido el borreguismo típico de los años de bonanza. No es que yo esté de acuerdo con que a los políticos, banqueros y miembros de la realeza se les insulte en plena calle, pero que lo hagamos así, sin miedos ni máscaras, pone las cosas en su sitio.
Estos, señores, sí son mis principios y ningún barcenas de medio pelo me los va a modificar. 

viernes, 8 de marzo de 2013

El precio de ser una mujer libre



Homenaje a María Asquerino

En estos tiempos en los que el periodismo basura se está comiendo cualquier atisbo de dignidad, no es sorprendente que el titular escogido con motivo de la muerte de una gran actriz española sea éste: Nadie reclama el cuerpo de María Asquerino. La noticia recogía sus últimos momentos buscando el lado más sórdido: murió en una ambulancia cuando la llevaban al hospital desde la residencia donde vivía, pasaba graves apuros económicos, estaba olvidada de sus amigos… recurría a programas como Sálvame para seguir adelante, etc. etc.

María Asquerino ha pagado caro el precio de vivir en libertad, de no depender de un hombro masculino, de disfrutar de la vida a su manera, sin ataduras, de ser ella la que escogiera a sus amantes y no quedarse quieta en una esquina del salón, esperando a que el galán la sacara a bailar. Durante muchos años fue el alma y el corazón del Madrid nocturno, primero como una de las fundadoras del mítico Oliver, donde se reunía lo más granado de la cultureta capitalina y después como principal atracción de la discoteca Bocaccio, en la que tenía mesa reservada todas las noches, por la que pasaba todo aquél que quisiera ser y estar en la pomada de una ciudad que se había sacudido por fin el polvo del franquismo.
La visita a Bocaccio era también uno de los objetivos de los modernos de provincias que se jactaban, a su vuelta a su terruño, de haberse sentado junto a la diosa de la noche y ¿por qué no?, de haber pasado por su cama porque la legenda decía que la Asquerino era una mujer de fácil seducción. En sus memorias, ponía las cosas en su sitio y reconocía amores con actores muy populares de este país, pero también hablaba de relaciones estables de pareja, duraderas, que en alguna ocasión se frustraron por culpa de alguna que otra ‘pedorra’, textualmente hablando y folklórica, añado yo.
Recuerdo con nostalgia las crónicas del periodista social Jorge Fiestas, que en los años 70 y parte de los 80, contaba con gracia y mucha amenidad el devenir de los saraos nocturnos madrileños donde la Asquerino era su musa, su hermana, su compañera del alma y su principal fuente de inspiración. Pero al contrario de lo que ocurre hoy con los famosuelos de tres al cuarto, María Asquerino no sólo era un personaje social, sino sobre todo, una gran actriz. Lejos quedaban los tiempos de ‘Surcos’, una película de corte neorrealista que se rodó en los años 50 y que mostraba una realidad muy diferente de la que se empeñaba en imponer el régimen de la época, cuando la actriz, hija a su vez de actores, logró un gran éxito teatral que se prolongó durante años con la obra ‘Anillos para una dama’ de Antonio Gala.
Como tantos estudiantes de la época, sólo pude verla cuando vino de gira a Murcia, en el teatro Romea, donde también ofreció una espléndida versión de ‘Filomena Maturano’. Desde los asientos del gallinero, miraba el escenario donde se desmitificaba el amor del cid y doña Jimena con admiración no sólo hacia la actriz, sino también hacia la mujer que yo imaginaba libre de ataduras viviendo una existencia feliz, lejos de la encorsetada sociedad provinciana.
En los últimos años, retirada del trabajo, aparecía puntualmente en algún programa de la telebasura, que ella dignificaba con su presencia. Reconocía ante esos seudoperiodistas que cada vez que hablan, matan a un filólogo, que de lo único que se arrepentía era de no haber tenido hijos, que ése fue su gran error. Quizás pensaba que ellos la habrían cuidado, que habrían estado a su lado hasta el final, como veía que ocurría con muchos compañeros de profesión.
Pero no pudo ser, María Asquerino murió en soledad y así pagó el precio de ser una mujer libre. Que su vida sea un ejemplo para muchos, en todos los sentidos…

sábado, 2 de marzo de 2013

Mujer, lesbiana, invisible...



Mi amiga Marisa

A mi amiga Marisa no le gusta nada celebrar el día del orgullo gay. Ella, que nació en el año 1960 ha sufrido en carne propia durante toda su vida la carga que supone ser mujer homosexual en España cuando su padre, un estricto militar del antiguo régimen, considera que esa hija, al contrario que su gemela, es una vergüenza en su hoja de servicio familiar. Tampoco su madre aceptó nunca que Marisa, desde que era una adolescente, tuviera una inclinación sexual a todas luces fuera de la norma.
La vida de la joven se convirtió desde su niñez en un calvario en el que, entre otras dantescas ideas, la sometieron a un tratamiento de hormonas para que se volviera una mujer como las demás. ¿Las razones esgrimidas?, que su hermana gemela había absorbido todas las hormonas femeninas y a ella le había tocado una parte masculina que había que reparar con métodos químicos. ¿Una barbaridad?, no, la triste realidad de la España profunda.
Ni las palizas ni las hormonas ni los castigos cambiaron la orientación sexual de Marisa, pero harta de ser la rarita de la sociedad, decidió hacer como sus amigas, buscarse un buen muchacho, casarse con él y tener hijos. El experimento fue un fracaso rotundo, aunque quedó una amistad con su ex-marido que comprendió que lo mejor era buscarse otras opciones sentimentales y dos hijos que son su mayor orgullo.
Su vida continuó, pero nunca encontró a la mujer con la que compartir su vida y una historia de amor que le diera sentido. Como tantos homosexuales, tuvo que buscar el sexo en ambientes particulares, en bares de Chueca o de otros barrios en los que pasaba las noches del sábado hasta el alba para despertarse al día siguiente en una cama desconocida. Una situación que no le satisface, que no le llena y que finalmente, agobiada por la difícil economía, ha terminado por descartar. Su único consuelo, las conversaciones en los chats con desconocidas que en las largas noches de soledad le procuran un poco de consuelo a la espera improbable, según ha confesado, de encontrar el gran amor de su vida.
Marisa no quiere volver a Chueca porque dice que el barrio se ha convertido en un parque temático en el que no se siente a gusto y tampoco celebra el orgullo de ser gay porque para ella, su condición sexual no ha sido un orgullo, sino un tremendo castigo.
Castigo de ser mujer y lesbiana, en consecuencia, invisible.