jueves, 19 de mayo de 2011

Manifiesto en contra de que todo el mundo se empeñe en que me ponga a dieta

Estoy hasta la peineta. Sí y hasta más arriba. Estoy harta de que todo el mundo se empeñe en ponerme a dieta: los médicos, mi madre, algunas falsas amigas encantadas de ver cómo he perdido la figura y me parezco cada vez más a una abuelita descuidada; algún gay reprimido y mala follá, que también los hay; los machistas insoportables....
Sí, estoy harta porque son ya muchos, muchos años los que he estado amargada por culpa del peso, las medidas y la dichosa apariencia. Mis genes me dicen que yo tengo tendencia a engordar como la mayoría de la población mundial. Desde los 22 años he seguido todo tipo de dietas y/o regímenes de adelgazamiento que todos aseguraban que eran los mejores y los menos peligrosos para la salud. Que si las calorías, las proteínas, la dieta mediterránea, el pomelo, la sopa milagrosa, beber miles de litros de agua al día, separar las verduras de la carne, uf. Muchas clínicas, muchos tratamientos en los que los especialistas se limitaban a pesarte, decirte que no les has hecho caso, encasquetarte otra dieta diferente y luego... a pasar por caja. Lo de tratamiento personalizado, marramamiau, miau, miau. Para todos lo mismo, el mismo pan, las mismas pastillas, los mismos batidos...
Todo para engordar y perdón por el verbo, nuestro ego. Pensando equivocadamente que con la delgadez llegaría la felicidad. El éxito social va asociado a la delgadez en estos tiempos que corren, como en otros pasados lo era estar redondo, lo que se llamaba "bien alimentado". Ahora es todo lo contrario, antes los ricos eran los gordos, ahora ellos son los delgados porque pueden atracarse a mariscos -que no engordan nada- y luego pasar por gimnasios, quirófanos y liposucciones con fecha de caducidad.
Ya está bien de tanta milonga. Pasada una edad, el cuerpo humano y especialmente el de la mujer, se ensancha, se desfonda, al mismo tiempo que el cerebro se alimenta. Nuestros cuerpos ya no son juncales, pero nuestra mente está muy nutrida, estamos lúcidas, tenemos experiencia y conocimientos a los que los jóvenes aún no han podido o querido acceder. ¿Por qué se nos aparta, se nos margina?. ¿Por qué en los medios de comunicación visuales estamos proscritas?.
Si esta pobre muchacha anoréxica es el fruto de la sociedad pro-dieta, no quiero ser social. Que les den morcillas de las que engordan a todos los que no nos aceptan como somos.
He dicho.
Amén Jesús.


4 comentarios:

supersalvajuan dijo...

Yo tampoco quiero ser social

La anteriormente conocida como Ayla dijo...

Muy bien dicho, si señora. Apoyo tu decisión y esos que tanto follón dan que se vayan a un siquiatra a que les receten algo para su baja autoestima, pero que a los demás nos dejen en paz.

Anónimo dijo...

Arriba los kilos...

Cyd Charisse dijo...

Eso y nosotras, a comernos un bocadillo de jamón.