
Si, reconozco que lo tengo, que defiendo mis ideas con uñas y dientes, que cuando creo tener la razón apenas escucho a los demás. Tengo ideas opuestas a muchas de las personas que me rodean y eso por lo visto, inquieta. En esta sociedad no se permiten las disidencias, se ha establecido lo políticamente correcto con unos criterios que benefician Dios sabe a quién. Soy inquieta, lenguaraz y cansina, lo sé, lo asumo y no me avergüenzo por ello.
Claro que procuro divertir a mis compañeros en las largas esperas de acontecimientos varios que tenemos que compartir un día sí y otro también. Sé que digo muchos disparates, pero siempre confío en la complicidad de ellos, que supongo que saben distinguir entre la verdad y la astracanada. En definitiva, tengo tantos o más defectos que el resto de la humanidad, que nadie piense que es perfecto.
Pero si hay algo de lo que me he vanagloriado muchas veces es de ser buena amiga. No de las que asisten a bodas, bautizos y comuniones para pasar la mano, poner el cazo y hacerse la foto, no, sino de las que están a las duras, que para las maduras todos acudimos.
Quiero decir, amigas de las que acompañan al hospital a una compañera que se ha roto el pie y no tiene a quien recurrir, de las que acuden a los tanatorios siempre que algún conocido pierde a un ser querido; de las que ayudan enviando fotos o compartiendo información cuando el compañero/a no ha podido acudir por según qué causa. Escucho conversaciones telefonicas o 'messengeras' todo el tiempo que haga falta y en definitiva, no fallo cuando se me pide ayuda.
A cambio, desde que empezó la puñetera crisis, no ceso de recibir puñaladas traperas. Tengo la espalda tan llena de heridas que parece la fuente de los siete caños. El dinero saca lo peor de nosotros mismos y cuando se trata de perder privilegios, todos sacamos las uñas, metemos el codo y pisamos el pie del vecino para llegar cuanto antes a la meta.
También hay otras causas de mosqueo y desilusión. Que alguien prefiera defender al amigo recién llegado porque es del sexo masculino antes que a ti, que llevas años escuchando sus cuitas, desilusiones amorosas, problemas familiares o estrés en el trabajo; que te recuerden el favor que te han hecho y te humillen por ello; que se queden callados cuando pides consejo... y no hablo de la vanidad femenina, porque ahí sí que tendría para escribir una tesis.
Amigos, los que creí que lo fuisteis y los que me habéis tenido totalmente engañada, hasta aquí he llegado, arrojo la toalla. Ya no lucho más por nada ni por nadie. A partir de ahora, seré tan borde e interesada como lo habéis sido vosotros conmigo. A los 54 años recien cumplidos, ha llegado el momento de aprender la lección.
De este guiso indigesto sólo salvo a unos pocos amigos y compañeros que SI me han ayudado en los peores momentos. Cito a Charo, mi amiga del alma desde los tiempos de la Facultad, que aunque nos vemos poco, su apoyo es incombustible. A mi querida Alexia, compañera de profesión, con la que tantos sinsabores y alegrías he compartido durante muchos años y que me echo una mano cuando la enfermedad de mi madre me estaba volviendo loca y nunca me ha reprochado nada; a Fernando, un santo varón que me lo aguanta todo y que es mi mejor cómplice; a Christian, que tiene el corazón más grande que el cuerpo, que ya es decir; a Maky, tres cuartos de lo mismo y a Enrique, la bondad personificada, probablemente la única persona que yo haya conocido en mi vida que no tenga ni un ápice de malicia.
Gracias por estar ahí, si me toca la loteria, seréis los primeros en beneficiarse de mi generosidad. Es una celebración que os debo.
Besos a todos, que eso es gratis.