
Esta bellísima escultura presidió un multitudinario acto ciudadano hace casi un año, del que no voy a dar detalles, sólo apuntar lo que me impresionó verla. Representa a dos soldados de distintos bandos, uno está herido y el otro lo ayuda a incorporarse. A sus pies, dos hombres que combatieron en distintos bandos en nuestra Guerra Civil depositaron una corona de laurel, en un acto de reconciliación que dado el lugar donde se produjo, tuvo un significado muy especial.
La casualidad profesional ha hecho que yo hoy sepa quién es el autor de esta escultura y de otra, tan bella y emotiva como ésta, que un día vi en un jardín de mi pueblo y que me impactó tanto que no pude resistirme a fotografiarla. Digo que hoy lo he sabido, pero por desgracia no he podido decirle al autor lo mucho que me gustaron sus esculturas porque el trabajo que me me han encargado ha sido escribir su obituario, ésa ha sido la triste casualidad que me ha tocado vivir.
Ahora que sé quien esculpió esta hermosa figura y las circunstancias por las que la modeló, siento enormemente no haber podido decirle personalmente a su autor que las grandes obras de arte no están sólo en los grandes museos, sino en contacto con la vida, con la gente, con el pueblo. Los grandes artistas no son las figuras arrogantes que salen en los medios de comunicación, sino la gente sencilla que es capaz de plasmar con tanto acierto el triste drama de la guerra entre hermanos.
Descanse en paz.