miércoles, 22 de mayo de 2013

¡Mediocres del mundo!, yo os saludo...




Ésta es mi penúltima columna para 'El laboratorio sonoro de Onda Regional', dedicada muy especialmente a mi querido Antonio Escolar.


Mediocres del mundo, yo os saludo”
(Frase pronunciada por Antonio Salieri al final de la película ‘Amadeus’).

El diccionario de la Real Academia Española define ‘mediocre’ como algo o alguien de calidad media, de poco mérito, tirando a malo. El mediocre es ese ser que pasa por el mundo disimulando su ínfima calidad, aspirando a triunfar en unas artes para las que no ha sido dotado, intentando emular a aquellos personajes brillantes que lo rodean, imitando sus gestos, copiando sus frases…
El mediocre es envidioso, mezquino, taimado, trapacero… Sí, el mediocre hace de la envidia su santo y seña, es el sentimiento que le mueve, que le impulsa, que le da alas para soportar su insípida vida. Un mediocre puede ser muy rico, tener cientos de abrigos de pieles auténticas en su armario, pero en el fondo, a lo que aspira es a poseer el sencillo abrigo de piel sintética de su vecino.
El mediocre no soporta el triunfo de los demás, ni los halagos que se le puedan hacer a alguien con más luces y por ello, convierte su vida en un acoso y derribo hacia todos aquellos que destaquen, que lo anulen, que lo borren de una sociedad que vive por y para la imagen y en la que sólo tendrá la opción de ejercer de comparsa.
España es un país de mediocres, tenemos tantos que si cotizaran en Bolsa, acabaríamos de un plumazo con la crisis económica. Por desgracia, el mediocre no suma, sino que resta… su trabajo no rinde, no es productivo, porque su corta inteligencia sólo alcanza para trincar un puestecito en la empresa familiar o en la administración pública, a la que ha entrado tirando de enchufes. El mediocre no admira al que brilla, lo machaca, lo injuria, esparce su odio como partículas de polvo en el aire.
En la película Amadeus, el compositor Salieri, que pasó casi toda su vida envidiando el talento de Mozart, se lamentaba de que el Dios en el que tanto creía no lo hubiera dotado a él de una mínima partícula del genio con el que brillaba su rival. En España, a los mediocres que tienen en sus manos la decisión de arruinar la vida de los demás, no les tiembla el pulso a la hora de echar a la calle a todo aquél que puede hacerle sombra en el pequeño cortijo donde se creen los amos del mundo.
Mediocres del mundo, Jesucristo dijo “porque eres tibio, estoy a punto de vomitarte de mi boca”. Yo en cambio, sólo soy capaz de sentir desprecio por vosotros. Grande y profundo desprecio.
Lo dice alguien muy mediocre, tan pero tan mediocre que ni siquiera es capaz de sentir ni un átomo de envidia. Quizás por eso, nunca terminaré en un manicomio, como Salieri.


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