Clara del Rey, heroína madrileña, muerta durante los sucesos del 2 de mayo de 1808 en el parque de artillería de Monteleón. Estuvo animando y ayudando a los defensores junto a su marido y tres hijos, murió por la metralla de una bala de cañón que le alcanzó en la frente.
Manuela
Malasaña, 17 años, de profesión bordadora, que fue fusilada por los
franceses cuando volvía a casa desde el taller de costura. Llevaba las tijeras
en el bolsillo, arma de gran peligro en aquella sublevación del pueblo madrileño
contra los franceses.
Benita
Pastrana, murió cuando llevaba munición a los artilleros del parque de Monteleón.
María Beano,
amante del capitán Velarde, murió de un disparo del ejército invasor cuando
corría al encuentro del militar al oír los primeros tiros con los que dio
comienzo la batalla contra los franceses.
El día 2 de
mayo de 1808, muchas mujeres en Madrid se convirtieron en heroínas al luchar
codo con codo junto a los hombres contra una potencia extranjera que pretendía
apoderarse de su vida, sus almas y sus haciendas. Con armas tan peligrosas como
tijeras, ollas de agua hirviendo o simples palos, canalizaron su rabia
demostrando que el orgullo del pobre no puede ser pisoteado sin más por el más
poderoso dragón militar del siglo XIX. Sus hazañas, más o menos exageradas, han
quedado inmortalizadas en los libros de historia y en placas conmemorativas de
la ciudad madrileña.
En el año
2013, España cuenta con un ejército de heroínas que lucha con uñas y dientes
por preservar su modo de vida frente al feroz enemigo que ya no viste uniforme
militar, sino impolutos y carísimos trajes de Armani y calza zapatos de piel de
cocodrilo con los que pisotea los parqués de las Bolsas donde se juega el
dinero del trabajador en provecho del malvado especulador.
Las heroínas
de hoy en día se llaman Carmen, Asunción, Maruja, Trini, Concha o Antonia. Son
las abuelas que en el declive de su vida, en lugar de disfrutar de los viajes del Inserso o las partidas de parchís del club de los mayores, se dedican a sacar
adelante a sus familias, desoladas por el paro, arruinadas por las sangrantes
hipotecas. Familias que se han visto abocadas a volver al hogar de los abuelos,
con sus hijos en edad escolar, a los que la abuela consuela en sus acogedores
brazos, preparándoles la comida casera con la que sus padres crecieron,
guardando hasta el último céntimo de su pensión para comprarles zapatos y
material escolar, mientras consuelan al hijo en paro, que reprime las lágrimas,
que sólo es capaz de derramar en presencia de la madre.
La mamá, la
abuela, la heroína de los tiempos modernos que saca fuerzas de flaqueza
olvidando los dolores de un cuerpo castigado por una vida de trabajo... a ella se
le deben dedicar todos los homenajes, todas las placas conmemorativas, todos
los monumentos al valor y el amor que sólo una madre es capaz de dar a manos
llenas.
Hoy es el
día de la madre, sí, pero no debemos recordarlo como una celebración comercial,
aderezada con el regalo del perfume y el pañuelito, sino como el día en el que
debemos agradecerle con amor, con mucho amor, el enorme sacrificio que en estos
momentos en los que los políticos nos han abandonado a nuestra suerte, están
haciendo para que no nos hundamos en la mayor de las miserias.
En un día
como hoy, las madres lo que más necesitamos es sentir ese amor y recibir un
gran abrazo de nuestros hijos. Es el mejor regalo con el que se puede festejar
el día de la madre.
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