Ésta es mi penúltima columna para 'El laboratorio sonoro de Onda Regional', dedicada muy especialmente a mi querido Antonio Escolar.
Mediocres
del mundo, yo os saludo”
(Frase
pronunciada por Antonio Salieri al final de la película ‘Amadeus’).
El
diccionario de la Real Academia Española define ‘mediocre’ como algo o alguien
de calidad media, de poco mérito, tirando a malo. El mediocre es ese ser que
pasa por el mundo disimulando su ínfima calidad, aspirando a triunfar en unas
artes para las que no ha sido dotado, intentando emular a aquellos personajes
brillantes que lo rodean, imitando sus gestos, copiando sus frases…
El mediocre
es envidioso, mezquino, taimado, trapacero… Sí, el mediocre hace de la envidia
su santo y seña, es el sentimiento que le mueve, que le impulsa, que le da alas
para soportar su insípida vida. Un mediocre puede ser muy rico, tener cientos
de abrigos de pieles auténticas en su armario, pero en el fondo, a lo que
aspira es a poseer el sencillo abrigo de piel sintética de su vecino.
El mediocre
no soporta el triunfo de los demás, ni los halagos que se le puedan hacer a
alguien con más luces y por ello, convierte su vida en un acoso y derribo hacia
todos aquellos que destaquen, que lo anulen, que lo borren de una sociedad que
vive por y para la imagen y en la que sólo tendrá la opción de ejercer de
comparsa.
España es un
país de mediocres, tenemos tantos que si cotizaran en Bolsa, acabaríamos de un
plumazo con la crisis económica. Por desgracia, el mediocre no suma, sino que
resta… su trabajo no rinde, no es productivo, porque su corta inteligencia sólo
alcanza para trincar un puestecito en la empresa familiar o en la administración
pública, a la que ha entrado tirando de enchufes. El mediocre no admira al que
brilla, lo machaca, lo injuria, esparce su odio como partículas de polvo en el
aire.
En la
película Amadeus, el compositor Salieri, que pasó casi toda su vida envidiando
el talento de Mozart, se lamentaba de que el Dios en el que tanto creía no lo
hubiera dotado a él de una mínima partícula del genio con el que brillaba su rival. En España, a los mediocres
que tienen en sus manos la decisión de arruinar la vida de los demás, no les
tiembla el pulso a la hora de echar a la calle a todo aquél que puede hacerle
sombra en el pequeño cortijo donde se creen los amos del mundo.
Mediocres
del mundo, Jesucristo dijo “porque eres tibio, estoy a punto de vomitarte de mi
boca”. Yo en cambio, sólo soy capaz de sentir desprecio por vosotros. Grande y
profundo desprecio.
Lo dice
alguien muy mediocre, tan pero tan mediocre que ni siquiera es capaz de sentir
ni un átomo de envidia. Quizás por eso, nunca terminaré en un manicomio, como
Salieri.