martes, 23 de marzo de 2010

Benditas casualidades tiene la vida...

La vida tiene unas benditas casualidades, sí, y en mi profesión se producen muchas y hermosas casualidades, como me ha ocurrido esta vez. Una casualidad sorprendente que quiero compartir esta noche, cuando ya se ha sobrepasado ampliamente la hora de las brujas.
Esta bellísima escultura presidió un multitudinario acto ciudadano hace casi un año, del que no voy a dar detalles, sólo apuntar lo que me impresionó verla. Representa a dos soldados de distintos bandos, uno está herido y el otro lo ayuda a incorporarse. A sus pies, dos hombres que combatieron en distintos bandos en nuestra Guerra Civil depositaron una corona de laurel, en un acto de reconciliación que dado el lugar donde se produjo, tuvo un significado muy especial.
La casualidad profesional ha hecho que yo hoy sepa quién es el autor de esta escultura y de otra, tan bella y emotiva como ésta, que un día vi en un jardín de mi pueblo y que me impactó tanto que no pude resistirme a fotografiarla. Digo que hoy lo he sabido, pero por desgracia no he podido decirle al autor lo mucho que me gustaron sus esculturas porque el trabajo que me me han encargado ha sido escribir su obituario, ésa ha sido la triste casualidad que me ha tocado vivir.
Ahora que sé quien esculpió esta hermosa figura y las circunstancias por las que la modeló, siento enormemente no haber podido decirle personalmente a su autor que las grandes obras de arte no están sólo en los grandes museos, sino en contacto con la vida, con la gente, con el pueblo. Los grandes artistas no son las figuras arrogantes que salen en los medios de comunicación, sino la gente sencilla que es capaz de plasmar con tanto acierto el triste drama de la guerra entre hermanos.
Descanse en paz.

viernes, 12 de marzo de 2010

Todas estas cosas había una vez cuando yo soñaba un mundo al revés...


Eso es lo que decía una canción de Paco Ibáñez: "Érase una vez un lobito bueno al que maltrataban todos los corderos/Y había también un príncipe malo, una bruja hermosa y un pirata honrado/ Todas estas cosas había una vez cuando yo soñaba un mundo al revés".
Yo también sueño con un mundo al revés, como este elefante obra de Miquel Barceó que se exhibe en la fachada del Caixaforum de Madrid (el resto de la expo, que esta dentro, es magnifica, aunque Barceló no me mole mucho). El elefante, objeto de reclamo de miles de personas que se fotografían incansablemente delante de él, es un poco una alegoría de cómo me gustaría a mí que estuviera el mundo. Que los sinvergüenzas estuvieran pasando fatigas mientras los trabajadores se pegan la gran vida; que los chupópteros hagan horas extras para llegar a fin de mes; que los programas de la televisión que tuvieran mayor audiencia fueran las pelis antiguas en blanco y negro o programas como 'Días de cine' en lugar de la telebasura de los telecircos y compañía.
Me gustaría que Belén Esteban y su siniestra chupipandi se quedara muda para siempre; que a los estafados, los pobres, los invisibles y los feos se nos escuchara en 'prime time' ; que toda la gente buena pudiera ir al cine, al teatro, a las exposiciones y a cualquier lugar bonito del mundo sin costarle un duro y que los banqueros, los especuladores y los mala-follás les hicieran de maleteros.
Quiero un mundo al revés, sueño con un mundo al revés. Que es como clamar en el desierto, o sea, no me va a servir para nada pero ¡es tan bonito soñar!.