Hace ahora un año, este blog se quedó inactivo. Tras mucho tiempo de dar todo tipo de caña y estopa, decidí que no valía la pena el esfuerzo que me suponía idear una entrada nueva para tan poca acogida lectora. El tiempo ha pasado y cuando tengo que soltar sapos y culebras, recurro el Facebook, que se ha convertido en el mejor altavoz de los cabreos mayúsculos que estamos sufriendo los españolitos de a pie por culpa de los sinvergüenzas que gobiernan nuestra vida.
Al mismo tiempo, mi gran amigo y mejor persona Antonio Escolar, me ha ofrecido los micrófonos del programa El Laboratorio de Onda Regional donde los fines de semana me permito incluir una columna que él ha convertido en editorial los domingos por la mañana. Y ahí ha 'nacido' un personaje que bebe de las experiencias de los compañeros de los medios de comunicación que como yo, estamos al borde de la indigencia. Se llama "El periodista local en paro" y sólo le falta quedarse preñado para completar el cuadro de las desgracias. Periódicamente iré contando las desventuras de nuestro colega y para empezar, he aquí el relato de una de sus periódicas visitas a la cola del paro...La cola del paro
Hace unos
años, cuando todavía vivíamos una época de bonanza y éramos más ricos que Bill
Gates, las televisiones privadas competían a golpe de talón por fichar a las
grandes figuras que se habían curtido en Televisión Española. Tras muchos años
de currar las 24 horas del día por un sueldo más bien mediano, los grandes
profesionales de la Casa eran solicitados como novia serrana por los telecincos
y las antenas treses, perdónenme la ironía, para llevar a cabo programas de
sucesos, con niñas desaparecidas y asesinatos espeluznantes, al calor del amor
del éxito obtenido por Paco Lobatón y quien sabe donde… y en el fragor de los
fichajes, las privadas también se llevaron a grandes profesionales de los
telediarios, dígase el desaparecido Luis Mariñas, Matías Prats, Olga Viza y
otros nombres que seguro que el oyente bien conoce.
Pasaron los
años y mientras los hombres se mantienen en antena aunque sean ya venerables abuelos,
las mujeres fueron pronto reemplazadas por chicas jóvenes, rubias, casi todas
de ojos azules y menores de 30 años, que quedan mucho mejor en pantalla. Y así
ocurrió que una de las mejores periodistas de este país como es Rosa María
Mateo se encontró, con los 50 años sobrepasados pero igual de espléndida que
siempre, en la calle y guardando turno en la cola del Inem. Contaba la gran
periodista que tanto ella como Olga Viza soportaban con resignación las miradas
y los cuchicheos del resto de parados en cuyas mentes no cabía la posibilidad
de que las estrellas televisivas también eran mortales, como su primo y su
vecino.
Pensaba en
estas cosas el periodista local en paro, cuando hace unos días volvió una vez
más a la oficina del INEM, ahora llamada SEFCARM, para solucionar un problema
derivado de la pequeña ayuda que percibe y que por un error burocrático está a
punto de perder. En pie, justo en el mismo lugar donde se ubica la placa que da
fe de que la autoridad pertinente había inaugurado esa oficina, que como no,
había cubierto informativamente hablando, contempló la sala de espera repleta
de hombres fuertes, en edad de trabajar y como si del Cristo de Medinaceli se
tratara, recibió el besamanos de la víctima de un desahucio que finalmente
salvó su casa, a la que acompañó en un momento amargo y el saludo de antigua
dueña de un comercio que ha tenido que echar el cierre por la crisis.
En la
espera, uno de los empleados se levanta y se presenta: hola, tú eres Fulanito,
no… ¿te acuerdas que viniste una vez a entrevistar a Menganito?, claro, pues yo
estaba allí. Sí, hombre, claro que me acuerdo. ¿Y qué te pasa?, pues mira…
espera, interrumpe y se dirige hacia una mesa vacía… Perenganito, ¿puedes
atender a este hombre, que es amigo?. Claro, dice. Muchas gracias. El empleado
de la mesa pide el ticket de la cita, lo mira, mira al periodista local en paro
y contesta: pues menos mal que conocías a Zutanito, porque te has equivocado de
apartado y a este paso, ibas a echar aquí la mañana…
Como diría mi madre, en esta vida hay que tener amigos hasta en el infierno.
Como diría mi madre, en esta vida hay que tener amigos hasta en el infierno.
2 comentarios:
Muy bueno, espero impacientemente más relatos de ese pobre periodista.
Gracias, Christian, así lo haré.
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