Segundo capítulo de las desventuras del periodista local en paro...
El periodista local en paro se despertó, como todos los días, escuchando las pésimas nuevas sobre la economía mundial. Nada nuevo bajo el sol, pensó, pero esta vez se sintió protagonista de la noticia, estaban hablando de los 8.000 periodistas que este año habían perdido su trabajo y que serán muchos más, agregó el locutor, cuando se materialice el ERE de Telemadrid y el de Canal 9, el de Radio Macuto y Onda Desesperación y tantos y tantos…
En estos
momentos de caída a los infiernos económicos, el periodista local en paro
recurre a un optimista amigo que siempre le da sabios consejos para sanear su
maltrecho bolsillo y que van desde apuntarse a la bolsa de trabajo de la
Paramount a la venta de oro y objetos de segunda mano en alguna de las muchas
tiendas que pueblan las ciudades españolas. Lo de las encuestas por internet lo
tiene ya descartado.
Para lo del
oro, recurre a su anillo de bodas que mantiene enterrado en el fondo de un
cajón desde que se separó de su santa y a los descartes que de la herencia de
su madre hizo su hermana, que ya se sabe que las joyas de las madres siempre se
la quedan las hijas, discriminación positiva, que se llama y con el pequeño
botín en el hueco de la mano se dirige hacia uno de los establecimientos
blindados donde la empleada, tras una fugaz comprobación, le dice que aquello
pesa poco y que como mucho, le podrá dar unos 50 euros y nada más… que lo
siento mucho, oiga, nada, otra vez será.
A la vista
del poco éxito de la venta del oro, decide probar suerte en la tienda de
objetos usados, que a lo mejor, quien sabe, me reporta algún dinerillo para
afrontar, cielo santo, las próximas navidades. Comienza entonces la operación
búsqueda del objeto vendible, a ver, un reproductor de vídeo de hace 25 años,
cientos de cds promocionales de revistas y ruedas de prensa, cuando se
presentaban proyectos de campos de golf… alisadores de pelo que su ex dejó
olvidados, cargadores de móviles, altavoces y cámaras de fotos regalados por
alguna publicación de consumo, etc.
Acompañado
de su amigo, que llevaba para vender la guitarra sin cuerdas de su hija,
desembarca en la tienda de compraventa, saca su ticket, como en la carnicería y
tras comprobar cómo rechazan una mesa de máquina de coser, digna de un
anticuario y una vieja bicicleta casi inservible, le llega el turno de sacar
los tesoros de las bolsas del Mercachoni, que son sistemáticamente rechazados
por inútiles. Los cds no valen, tienen que ser originales. Lástima, dice el
chico que hay detrás. Si te interesan, te los puedes llevar. Gracias. El vídeo
tampoco sirve… lo puedes llevar a una chatarrería, apunta otro de la cola. Lo
demás, uf, a ver, sumo, sumo, sumo y al final… mira, os puedo dar 20 euros,
incluida la guitarra.
Escondiendo
la vergüenza frente a este muchacho que podría ser su hijo, el periodista local
en paro coge los descartes y emprende la retirada. El amigo optimista le dice
que se quede con los 10 euros de la guitarra, que ya se los dará él a su hija.
Gracias, tío, contesta con un hilo de voz. Por cierto ¿podrías pagar tú la zona
azul…?, es que el último dinero que me quedaba lo he gastado en la gasolina.
Claro,
claro, no te preocupes, ah y podemos intentar lo de vender los libros de
segunda mano. Tú piénsatelo y hablamos.
3 comentarios:
Joe, qué desánimo, hija. Ya estamos en lo que que estamos. Hasta las periodistas, o quizás esos los primeros, que cuando no queden cronistas, y los que queden estén robotizados por el poder, no habrá quien nos lo cuente. Ánimo y fuerza para todos los de tu profesión.
Si ese tipo de establecimiento nos tienen que salvar aviados vamos. Otra forma de aprovecharse de la desgracia ajena.
La situación de la profesión es agónica.
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