La palmera seguía allí tan feliz, ajena a los males del mundo hasta que...
Hagamos un paréntesis con otro cuento: Érase una vez unos hombres malos y codiciosos que no paraban de construir urbanizaciones -cerca o lejos de los campos de golf- para llenarse los bolsillos y comprarse Mercedes y apartamentos de lujo y como las palmeras que se vendían en el territorio nacional eran más caras que las foráneas, empezaron a importarlas de países africanos, donde un bichito llamado 'picudo rojo' se daba unas grandísimas merendolas a costa del juncal árbol de los dátiles.
Esos bichitos transplantados a las urbanizaciones de los hombres malos, causaron unos estragos tremendos que ningún botánico ha sabido atajar.
Pues bien, la palmerita solitaria también sucumbió a la voracidad del picudo rojo y un día comenzó a marchitarse...
Y el hombre bueno que mantenía limpio el solar y los roedores a raya... no pudo salvar a la solitaria y chaparrita palmera y con gran dolor de su corazón, se vio obligado a arrancarla del terreno donde reinaba...
Y ahora, en su lugar, no queda nada, sólo hierbecitas y florecillas silvestres que animan el paisaje y encantan a mi perro Hunito... por eso las 'riega' frecuentemente.
Y colorín, colorado, este cuento ¿se ha acabado?...
2 comentarios:
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ Que triste !!!!!!!!!!
Triste y solo, solo se queda el solar. Por cierto ¿alguien ha captado que las calles que lo limitan se llaman Carrero Blanco y Francisco Franco?. Pues sí y les pusieron esos nombres en los años 80.
Publicar un comentario